José Ponte | Buenos Aires, Argentina
En 2019 escribí un artículo que se titulaba El populismo sin dinero no funciona, en relación a la intención suicida de la sociedad argentina de votar por el Kirchnerismo una vez más, creyendo que volverían los años dorados de Néstor y Cristina, cuando las materias primas estaban en auge y Hugo Chávez, con el petróleo venezolano, iba regalando dinero a todos los países que se alinearán con él. Advertí en ese artículo que volver al populismo en la situación en la que estaba Argentina sería una catástrofe. No me equivoqué.
Lamentablemente, hoy Argentina está sufriendo una de las peores crisis económicas de su historia, con una inflación galopante que supera los tres dígitos y un índice de pobreza cercano al 50%. Es cierto que el país ha transitado crisis más funestas, teniendo incluso que superar una hiperinflación que llegó a la astronómica cifra del 5.000% hacia fines de la década de 1980. Sin embargo, la descomposición social, cultural, educativa y laboral nunca fue tan grave como la actual.
En este contexto, los argentinos deben volver a las urnas -en agosto para las primerias y septiembre para las generales- para decidir si se modifica el rumbo o se profundiza el desastre. Las opciones son claras.
Por un lado, está la opción del peronismo, las mafias sindicales, los empresarios prebendarios y los gerentes de la pobreza, que administran arbitraria y turbiamente los fondos destinados a la ayuda social. Esto representa el candidato Sergio Massa, actual ministro de Economía de la Nación, ex jefe de gabinete de Cristina Kirchner y, entre 2012 y 2018 aproximadamente, uno de los más duros críticos del kirchnerismo.
Por otro lado, tenemos la candidatura de Patricia Bullrich, quien ha declarado estar comprometida en luchar contra las mafias peronistas, terminar con el populismo y devolver a la Argentina al camino que hace mucho tiempo abandonó: el del desarrollo económico y social, promoviendo la creación de trabajo genuino a partir de la maximización de la capacidad productiva del sector privado, permitiendo que las empresas puedan producir y crecer sin controles estatales anacrónicos y que han demostrado su fracaso, tanto en Argentina como en otros países.
Argentina no soportaría cuatro años más de peronismo. Hace tiempo que los argentinos deberían haber dejado morir a quien ya está muerto. Una característica muy particular de la sociedad argentina es su emocionalidad y su pasión, ya sea por el fútbol, por sus afectos y también por la política. Así se explica que la imagen de un caudillo populista y militar como el de Perón siga latiendo en algunos corazones. sin embargo, el amor con hambre no dura y hoy Argentina no puede seguir viviendo de recuerdos, mientras el presente es un desastre y el futuro podría ser peor.
Llegó la hora de que los argentinos decidan cambiar de verdad. Si no es todo, es nada.