Juan Cruz Isetta | Buenos Aires, Argentina
Años después de haber dejado el cargo de Primer Ministro, le preguntaron a Margaret Thatcher cuál consideraba que había sido su mayor logro en el gobierno de Inglaterra. Sorprendentemente, la Dama de Hierro no se inclinó por haber bajado la inflación, saneado las cuentas públicas o derrotado al socialismo, sino que respondió: “Tony Blair y el nuevo Laborismo. Obligamos a nuestros oponentes a cambiar su pensamiento”.
El gran resultado obtenido por Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, en las elecciones legislativas argentinas es el corolario de una campaña donde logró lo mismo que Thatcher en su momento: correr el eje del debate hacia la derecha, obligar a los demás partidos políticos a dejar de pelearse por ver quién es más estatista y empezar a hablar de libertad civil, económica y política. ¡Hasta logró que Cristina Kirchner haga una defensa explícita del capitalismo en un acto público!
La emergencia del liberalismo fue vista con un dejo de condescendencia por parte del espectro político, especialmente por Juntos por el Cambio, el mayor partido opositor al gobierno. Sin embargo, los votos dejaron a Milei en la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y a José Luis Espert en la Provincia de Buenos Aires (PBA) -los dos economistas liberales- como tercera fuerza de cada distrito. Como anécdota, hubo muchos testimonios de fiscales electorales sobre votantes que se quejaban porque no encontraban boletas de Milei en distritos donde no se presentaba. La “revolución liberal”, como él llama a este fenómeno, sin dudas trasciende el ámbito de la Capital Federal y tiene potencialidades para crecer a nivel nacional.
La legitimación a través de los votos confirma al liberalismo como una opción electoral seria, aunque los desafíos a futuro son muchos y todavía hay más dudas que certezas. El éxito en las urnas es solo un hito dentro de la vida política, pero que fácilmente puede quedar en el olvido si no se capitaliza lo mejor posible. Sin dudas, como comentamos al principio, haber obligado a la oposición a adoptar un discurso más amigable con el liberalismo y la centro derecha ya es un triunfo en sí mismo.
El próximo reto será tender puentes con Juntos por el Cambio -al menos su ala más decididamente anti kirchnerista- para lograr influir en la agenda política y legislativa del país, sabiendo que de nada sirve ser una minoría declamativa, pero sin mayor injerencia (lo que ha sido la izquierda siempre en Argentina). El éxito electoral demostró que hay una parte de la sociedad que no se siente representada por los partidos mayoritarios y confía en un recambio. El desafío será aprovechar y corresponder a esta demanda, y constituirse en un actor de peso, serio, que deba ser tenido en cuenta por los demás partidos a la hora de gobernar y legislar.
Otra acción necesaria que deberá hacerse efectiva para exprimir en su totalidad el buen desempeño electoral será la de nacionalizar esta “revolución liberal”. Todavía hay quienes buscan bajar el precio al liberalismo diciendo que es un fenómeno vecinal propio del ámbito de la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, por lo que el desafío será probar que en las provincias también puede haber una representación política de estas ideas.
Para lograrlo no bastará con hacer recorridas y actos públicos, sino que será necesario también llevar adelante un trabajo político que contemple la institucionalización de este fenómeno espontáneo en estructuras y equipos que deberán competir contra el peronismo y el radicalismo en territorios donde, históricamente, se han repartido el poder. Pensar en una candidatura presidencial para 2023 puede ser prematuro, no así ilusionarse con la idea de ver cada vez más dirigentes municipales y legisladores provinciales liberales, o de conformar un bloque liberal cada vez mayor y más federal en el Congreso.
El buen desempeño electoral del liberalismo en las elecciones ha sido una ráfaga de aire fresco para la política argentina, un ambiente viciado de kirchnerismo y una oposición que no termina de ser tan dura como pretende una porción de los ciudadanos a los que representan. Por el momento, la decisión de Milei de subirse al ring político para luchar contra las ideas socialistas ha rendido sus frutos. Ahora deberá potenciar lo cosechado, reinvirtiendo el éxito electoral en la constitución de un proyecto político a largo plazo que permita aumentar la cantidad de liberales ocupando espacios de poder, con el objetivo de devolver a la Argentina al camino del desarrollo y el progreso mediante la defensa de la libertad civil y política, el Estado de Derecho, el libre mercado y la igualdad ante la ley.